I. ¿Para qué son tus ojos?

Era evidente que el General S.G.R. anhelaba el puesto de Comandante General del Ejército. Por los momentos, sólo era el jefe de esa vasta región selvática del sur del estado Bolívar y Amazonas, y en aquellos tiempos los garimpeiros brasileños asechaban con sus actividades el frágil ecosistema de las fuentes del Orinoco.

Nuestro personaje había logrado destruir un campamento ilegal en la frontera con Brasil y quería que esta noticia resonara en la prensa y la opinión nacional de esa Venezuela de 1992. Por ello organizó un traslado en helicópteros de los periodistas mas destacados de la época para que reseñaran su hazaña. Y resulta que yo formaba parte de esa comitiva, no como periodista, claro, sino como ingeniero.

Lo que pasa es que algunos años atrás nos habíamos involucrado en una tecnología emergente denominada Global Positionig System (GPS) y por cosas del destino, habíamos traído a Venezuela los primeros receptores portátiles, fabricados por una empresa norteamericana, Magellan, de Silicon Valley.

La primera parada después de Puerto Ayacucho fue la localidad de La Esmeralda, en todo el centro del estado Amazonas. Yo desciendo del enorme UH verde oliva ansioso de realizar la primera medición con GPS en el sur de Venezuela, pues no tenía la total certeza de que funcionaría. En esos años, esa tecnología estaba apenas en período de prueba y la cobertura satelital era limitada, restringida…. Y lenta! Tanto fue así que el cacique yekuna, capitán de La Esmeralda me pilló en una sospechosa actitud: con el brazo extendido sostenía el equipo con su antena apuntando pacientemente al cielo. Con toda la razón del mundo, me increpa: “¿Y eso… para qué es?”

“Para saber dónde estoy”, atino a responder torpemente, después de buscar una respuesta adecuada a la extraña escena que me toca protagonizar. La riposta del líder yekuana fue una bofetada antropológica: “Y entonces… ¿para qué son tus ojos!?”.

Yo había insistido en invitar a esta expedición al director de Fronteras de la Cancillería venezolana, pues sabía que disponía en su oficina los mejores mapas de la frontera y los íbamos a necesitar, pues como podrán imaginar, en esa época los GPS solo escupían números que había que trasladar a cartas en papel para conocer nuestra ubicación. Desde el helicóptero divisamos por fin el sitio destruido de la invasión garimpeira, en las inmediaciones del Cerro Delgado Chalbaud, hogar de los yanomami y de las fuentes del padre Orinoco. Después de trazar con una cruz en la carta en papel las posiciones arrojadas por los dos GPS que había traído (por seguridad), la conclusión era desoladora: nos encontrábamos a mas de 15 Km de la línea fronteriza, pero en territorio brasileño, que no solamente habíamos invadido, sino quemado!

Ese capítulo terminó allí, con una mirada cómplice entre el general, el director de fronteras y quien le escribe. Para los periodistas, la heroicidad de la acción quedo inmaculada, pero yo me di cuenta de que en toda esta anécdota surgía una oportunidad: imagínense que los GPS pudieran poner automáticamente sus lecturas en mapas electrónicos que evitaran el trabajo de la interpretación cartográfica…! En Venezuela no había nadie que estuviera pensando en hacer mapas digitales, electrónicos y eso parecía tener futuro.

 II. Rafael Caldera y su Chiripero

“Y, ¿cómo está usted, ingeniero?” me sorprende la voz temblorosa de un anciano que quería ser presidente de Venezuela por segunda vez. Me sorprende enormemente, pues solo lo había encontrado fugazmente, el día que mi amigo, Carlos Isava, me llevó a conocerlo en su austera oficina de la avenida Urdaneta. Pero Rafael Caldera tenía memoria de elefante y nos reconoció cuando el jefe del Centro de Comando y Control de las Fuerzas Armadas me pide que le muestre las herramientas que habíamos desarrollado para el control de esas tensas elecciones de 1993, dónde a la postre, resultó ganador por muy estrecho margen a través de una coalición de pequeños partidos que el pueblo había llamado El Chiripero.

Los militares se sentían orgullosos del mapa electrónico que habíamos hecho, pues permitía ubicar los centros de votación, los hospitales, las estaciones de servicio y otros elementos vitales para el control de cualquier alteración en ese tenso momento, dónde ya se sentía el agotamiento del modelo democrático que tanto éxito nos había dado como nación en las décadas pasadas.

Tres meses antes del evento electoral, el capitán Castañeda, jefe del centro mencionado había visitado la pequeña empresa de electrónica de la que éramos socios. Había oído hablar de nuestras implicaciones con las tecnologías de ubicación y nos expuso la idea de construir la aplicación.

Mi interés por el incipiente mundo de la ubicación satelital me había suscrito a una revista especializada: GPS World. En alguno de sus ejemplares vi una propaganda de un software que, en teoría, permitía construir y manipular mapas digitales. Inmediatamente los llamé. La primera versión de MapInfo (en sistema operativo D.O.S) llegó a mis manos unas semanas después.

Cuando Castañeda me presenta sus requerimientos, yo le digo: “justamente acabo de comprar una herramienta de software que, en teoría permite construir lo que necesitas, pero no tengo la más mínima idea de cómo funciona. Dame una semana y te confirmo si le podemos dar viabilidad a la idea”

Fueron días y noches de intensa investigación. Los mapas digitales se basan en la idea de vectores matemáticos, esas expresiones en donde cada línea se define por un ángulo y una dimensión. La primera muestra la hicimos con un primitivo mapa en papel de Caracas. A punta de regla y transportador trasladábamos al Mapinfo, cada línea del mapa de Chacao. Pero era una tarea de locos. A ese ritmo terminaríamos el mapa de Caracas mucho después de las elecciones.

Pero sabíamos que había otra alternativa: la mesa digitalizadora era un dispositivo que permitía acostar un mapa en papel y, a través de una especie de lápiz electrónico, trasladar cada extremo de un vector a la computadora a través del MapInfo. Pero, dónde diablos conseguíamos una de estas mesas? Se me ocurrió acercarme a la Dirección de Cartografía Nacional, pero no sabían de que estaba hablando. A través de los mismos militares me puse en contacto con la Dirección de Cartografía de las Fuerzas Armadas y allí, en un rincón, apareció milagrosamente una mesa digitalizadora totalmente nueva, en su empaque original. Despertarla de su sueño fue una tarea épica y a contra reloj, pero al cabo de tres semanas habíamos completado la vectorización del famoso y detallado mapa en papel de Caracas, dibujado por la Electricidad de Caracas. No lo podíamos creer!

El resto del trabajo fue levantar con nuestros GPS las ubicaciones de los centros electorales, estaciones de servicio, hospitales y demás elementos necesarios para la construcción de la aplicación de supervisión electoral y dos semanas antes de lo previsto, la aplicación lucía oronda y pretenciosa en la enorme pantalla panorámica del Centro de Comando y Control del Ministerio de la Defensa.

III. Una empresa divertida

La idea de fundar una empresa dedicada a las tecnologías de información geográfica parecía atractiva, sobre todo, a raíz de la última experiencia. Fue así como un buen día le pedimos a Maribel que se dirigiera a Registro Mercantil con el objeto de registrar una empresa con el nombre de Ingeo. Total, éramos ingenieros y nos estábamos adentrando en el redondo universo de la geografía.

“Me dicen que Ingeo ya está registrado como nombre de empresa, pero que si le agregamos tres letras más, si pueden aceptarlo” responde Maribel por teléfono. “Pero dime rápido, pues me están esperando”.

En la empresa de electrónica dónde laborábamos hacíamos también tendidos de redes de computadoras (Local Area Networks, o LAN); era una época dónde no existían todavía tecnologías de conexión inalámbricas como el wifi. “Bueno, agrega LAN, que sea INGEOLAN”, dije improvisadamente, pensando en mis adentros que si la idea no funcionaba, podríamos dedicarnos a instalar LANs.

Fue así como Ingeolan C.A. se asomó al mundo empresarial el 16 de diciembre de 1993. Nuestro invalorable Luis Totessaut nos acompaña como socio. Lo primero que hicimos en esos dias fue la redacción de un pequeño manifiesto en el que se esbozaban los principios de esa aventura empresarial. Las primeras líneas contenían lo que siempre ha sido su ADN:

“Ingeolan, ante todo, debe ser una empresa divertida”

Ahora había que salir a vender, pero, además de nuestros mapas digitales en gestación, había que ofrecer algún paquete de manejo. Lo único que conocíamos era Mapinfo y según nos dijo por teléfono el gerente para América Latina, en Venezuela ya había un representante, la empresa Geomed propiedad de Edmundo Salazar. La gente de Mapinfo insistía en que debíamos asociarnos con él, por lo que me presenté en sus oficinas de la avenida Francisco de Miranda. Salí convencido de que nuestro amigo no sabía de Mapinfo mucho más de lo que yo conocía de mitología escandinava, por lo que dos meses mas tarde tomaba un avión hacia Nueva York para asistir a la conferencia mundial de socios de negocios de Mapinfo, a la cual, por cierto, no había sido invitado. Era un evento mas bien modesto, en un poco atractivo Marriot de la menos atractiva ciudad de Troy, al norte del estado.

El primer cliente a quien Ingeolan, colocó un mapa aún primitivo de las principales capitales, además de la cartografía básica, fue nada menos que British Petroleum, BP. Era la época de la Apertura Petrolera y PDVSA estaba otorgando concesiones a empresas internacionales para diversificar el negocio de las estaciones de servicio. Nuestros amigos de Datanalisis habían hecho el contacto y la idea de un mapa con las ubicaciones de las estaciones existentes les parecía una idea atractiva para comenzar sus estudios de exploración del negocio en ciernes. Esto era sólo un ejemplo del enorme universo de aplicaciones que se abría a la idea incubada en ese modesto local del Conjunto Industrial El Cedralito, ubicado en la carretera hacia Mariches.

Poco tiempo después, Ingeolan logra la representación exclusiva de Mapinfo en Venezuela. En esos momentos nos concentrábamos en expandir nuestra producción de cartografía digital. Fue también el tiempo del proyecto Infrontera, una iniciativa que nos llevó a desarrollar tecnologías para la detección y registro de cultivos ilícitos en la línea fronteriza con Colombia, tecnologías que más tarde utilizaríamos para la optimización de nuestros procesos de levantamientos en campo que realizaríamos con una camioneta equipada con el instrumental necesario para el relevamiento de ciudades, pueblos y carreteras.

Ingeolan creció y para mediados de 1998 estrenábamos la flamante sede de La Colina Creativa, un bello ambiente rodeado de la amabilidad del Avila y el aire festivo de una atmósfera caracterizada por la neblina de la montaña y la presencia del arte en todas sus manifestaciones. Con la inauguración de nuestra nueva sede también se abría para Venezuela una nueva etapa política cargada de nubarrones.

IV. Vehículos y GPS

La idea surgió desde el inicio de estas tecnologías: si era posible calcular la posición de un móvil mediante satélites, ¿por qué no enviar esas coordenadas a un mapa digital remoto y así localizar a distancia el vehículo o cualquier objeto móvil en general?

A estas alturas, el negocio de Ingeolan era fundamentalmente la consultoría en el mundo de inteligencia de procesos basados en la información geográfica, eso que poco después se llamaría “Location Intelligence”. Tuvimos la fortuna de contar con la confianza de las grandes organizaciones nacionales a quien logramos contactar mediante múltiples presentaciones en diversos escenarios. Fueron años de frenética producción cartográfica, de exploración de necesidades y de la construcción de herramientas que le permitieran a nuestros clientes el descubrimiento de nuevas aristas en sus datos mediante la asociación con el elemento geográfico.

Ingeolan había comenzado a engordar su gerencia de Desarrollo Tecnológico con ingenieros que suplían las limitaciones del famoso Mapinfo, que a la postre quedó chucuto. Y parecía lógico que debíamos incursionar en el mundo de la Localización Automática de Vehículos (o AVL). Nuestra primera aproximación al problema vino por requerimiento de los representantes de ORBCOMM, una empresa de satélites de órbita baja, que, en teoría competía con el sistema GPS. Y yo me encontré un buen día presentando la solución ORBCOMM desarrollada por Ingeolan en un Hilton de Atlanta, ante un auditorio de socios proveniente de los cinco continentes.

Aunque el sistema ORBCOMM no pudo competir a la larga con las ventajas tecnológicas del GPS, Ingeolan continuó investigando y desarrollando el tema del AVL, pero al fin nos convencimos de que era un negocio complicado, pues involucraba instalaciones en vehículos, posibilidad de sabotajes, riesgos legales y todo ello conspiraba con nuestra máxima de que, sobre todo, Ingeolan debe ser una empresa divertida. Y la diversión parecía estar en un negocio similar pero más original.

Comenzaba la era de la globalización de los mapas, es decir las grandes transnacionales como Google, Navteq (hoy Here) o TeleAtlas estaban compitiendo por tener el gran mapa digital del planeta, pues veían que en el futuro, todo el mundo navegaría con dispositivos móviles, pues se avecinaba aquello que comenzó a llamarse la era 2.0. Sabíamos que más temprano que tarde, esas transnacionales nos tocarían las puertas o nos tragarían y que en un futuro no muy lejano, el negocio de los mapas digitales tendría una connotación muy diferente.

Fue así como en 2005 comenzamos a coquetear con los alemanes de Navteq. Poco tiempo después delante de un extraordinario Kalbschnitzel en un restaurant de Hannover, Alemania, invitábamos a Angelika y Peter a viajar a Venezuela y conocer nuestra empresa.

Aprovechamos para visitar la famosa CeBIt en Hannover Messe, la exposición anual de tecnología más famosa de Europa. Para mi sorpresa, ese gigantesco show estaba plagado de expositores chinos que exhibían cientos de diferentes modelos de dispositivos móviles para navegación de vehículos a través de GPS. Era el boom del momento y allí parecía haber una oportunidad.

Regresamos a Venezuela con dos pájaros revoloteando en el cerebro: la oportunidad de una alianza con los alemanes de Navteq y la posibilidad de construir un navegador GPS vehicular exclusivo para Venezuela, pues teníamos algo único: la cartografía de navegación especialmente diseñada para encontrar direcciones con la compleja estructura callejera de las ciudades venezolanas.

Unos meses después subía con Angelika y Peter desde el aeropuerto a Caracas por Macuto y Galipán, pues el viaducto de la autopista Caracas – La Guaira había colapsado. Para unos alemanes recién llegados al trópico, ese trayecto debió resultar muy exótico y eso se reflejaba en sus rostros, cuando después de almorzar unos sándwiches de pernil en lo más alto de la montaña, les mostré el famoso hotel que lleva el nombre de uno de sus mas célebres compatriotas. Unos minutos después la insólita ciudad se abría como si fuera descubierta por primera vez.

La negociación con Navteq nos dio algo de liquidez para iniciar la próxima aventura. En este punto debemos confesar que, dentro de las líneas del manifiesto de la fundación de Ingeolan, curiosamente no había una sola mención a que la empresa debía ser rentable, además de divertida y eso como que siempre fue así. Nuestra aversión por el mundo administrativo nos llevó a confiar ciegamente en los gerentes administrativos y, como veremos mas tarde, eso, como todo en la vida, tuvo sus consecuencias.

Pero, después de varias sesiones de “brain strorming” con el equipo de ingeniería, Ingeolan, una modesta empresa de consultoría estaba calentando motores para incursionar en el universo de la electrónica de consumo masivo.

V. Ingeomaps, El GPS de Venezuela

La escena fue claramente inesperada y superaba nuestra mas optimistas expectativas: una multitud rodeaba nuestro “stand” en la Exposición del Automóvil de Caracas, que se llevó a cabo en el CIEC de la UNIMET en 2007. Una gigantografía de fondo mostraba una foto de Carolina manejando con la ayuda de un Ingeomaps, el GPS de Venezuela y una montaña de cajas vacías pretendía mostrar, que muchísmo antes de que hicieran su aparición aplicaciones como Google Maps o Waze, Ingeolan había lanzado al mercado un GPS para navegación vehicular de su autoría. Y eso, por supuesto era noticia.

Esa misma noche, Nelson Bocaranda nos entrevistó en su famoso programa de radio “La Cola Feliz”. ¿Cuántos has vendido ya? – me preguntó en privado. Ninguno – le dije. Solo estamos exhibiendo un prototipo. Pues, prepárate!, me dice con un aire algo arrogante. Después de este programa venderás miles.

El problema es que no teníamos nada que vender, pues sólo habíamos podido traer para esa exhibición unos 10 dispositivos desde la fábrica de Taiwan. El resto, alrededor de 2000 estaban en ese momento en producción. La cosa era así: unos meses después de mi viaje a Alemania, ya con la idea de construir un software de navegación que se adaptara a la estructura de direcciones venezolanas, necesitábamos un suplidor confiable de hardware. De la catizumba de chinos que vistamos en CeBIT, seleccionamos algunos posibles fabricantes y fue así como Isalig y este señor nos empujamos a Taipei, via Frankfurt a visitar a nuestro más probable partner; aunque hicimos una escala en Budapest, donde logramos concretar un acuerdo con una empresa húngara de software de navegación, quien quería nuestros mapas.

Yo estaba empeñado en pasar la noche en el famoso Hotel Gellert de Budapest, centenaria institución que alberga un famoso balneario de aguas termales. Realmente mas que un hospedaje parece el castillo de Drácula, con siniestros pasadizos y lámparas ancestrales. Los vetustos pisos de nuestra habitación chirriaban al caminar y solo había una cama grande (!). Era la única habitación disponibles y ya podrán imaginar la escena del gordo y yo compartiendo un lecho que había experimentado mejores tiempos: el colchón se inclinaba siempre a favor de él por lo que esa noche corrí el riesgo de morir aplastado.

Fue un viaje algo traumático, pues el gordo temía morir de inanición con la comida china y, sin que yo me percatara, empacó en su equipaje de mano paquetes de harina PAN, Cheese Whiz, Diablitos o otras vituallas que fue perdiendo en cada escala de manos de los inspectores de equipajes. Llegamos a Taiwan muertos de hambre. Al bajar al restauran del hotel, ya habían cerrado el turno del almuerzo. Nos ofrecieron como alternativa unas “Patas de Dragón” (bastante caras, por cierto) que resultó ser un plato donde reposaban paradas una docena de patas de pollo, con todo y uñas que podía ser saborizadas con unas salsitas extrañas. No había duda, Ingeolan era definitivamente una empresa divertida!

Un año antes habíamos sacado el primer portal electrónico de mapas de Venezuela, con el nombre de Ingeomaps. Google no había aparecido todavía como competencia. Éramos los primeros. Nuestros asesores de mercadeo nos recomendaron ponerle el mismo nombre al navegador en ciernes. Así surgió Ingeomaps, el GPS de Venezuela. A mi me pareció un nombre riesgoso, pues ya en esa época el nombre de Venezuela comenzaba a ser peyorativo.

La construcción del software fue un largo proceso de ensayo y error pero logramos tener una versión bastante decente para la exposición del CIEC que los espectadores podían probar con datos reales. Teníamos una lista de compradores, quienes reservaban los dispositivos con un adelanto del 30%.

Cuando llegaron los primeros 2000 aparatos desde Taiwan, las colas para retirarlos en el local alquilado del Centro San Ignacio de Caracas eran tales que recuerdo que nos llamaron desde Banesco. El punto de venta que estábamos usando pertenecía al dueño del local, una bisutería. Banesco quería saber como una tienda de esa especie había logrado multiplicar sus ventas de una forma tan vertiginosa.

Lo que seguía era que el dispositivo fuera lo suficientemente inteligente para tomar en consideración el tráfico de nuestras ciudades (característica que tiene hoy Google Maps, pues conoce la velocidad y posición de sus usuarios). Para ello hicimos una alianza con la mayor empresa venezolana de localización de vehículos, quien nos permitió procesar la data cruda de sus posiciones en todo el país en tiempo real. Con ello, a través de algoritmos desarrollados por nuestra gente, podíamos detectar y alertar sobre trancas y tráfico pesado, de modo de hallar rutas alternativas para nuestros usuarios.

Viéndolo en perspectiva, Ingeomaps fue una experiencia apasionante….

Hasta que aparecieron los teléfonos inteligentes 2.0 y con ellos, al tiempo, las aplicaciones de navegación gratuitas de las que hoy todos disfrutamos.

VI. Los recuerdos originales

Tres autobuses se adentran por una espesa selva cruzada de riachuelos. Dentro de las unidades todo es algarabía. Las latas de cerveza pasan de mano en mano y la música incrementa la excitación de lo desconocido. La Gente ING sabía que “La Noche ING” era cada año, un lugar sorpresa y no tenían la menor idea de lo que les deparaba ese día de diciembre. De repente, las tres unidades se detienen. El camino está bloqueado por troncos acostados en el camino fangoso. Y ocurre lo impensable. Desde el bosque, dos enormes gorilas se estrellan contra las ventanas, agarrados de sendas lianas que penden de los árboles circundantes. Los simios entran en los buses ante los gritos destemplados de las mujeres, algunas de las cuales se esconden aterradas. Dos de las “chicas ING” son secuestradas. Los troncos son retirados y diez minutos después la comitiva, ya recuperada del ataque simio, llega en un hermosísimo lugar de playa, la Posada SieteMares, escenario de la Noche ING 2013.

Después de un chapuzón en la piscina infinita y un suculento almuerzo en la churuata, se lleva a cabo la Búsqueda del Tesoro, mediante mapas (por supuesto) que guían a cada una de las siete playas de la posada. En la noche, es la gran cena con fogata que en esa ocasión es interrumpida por un largo chaparrón. Pero nadie se duerme. Al día siguiente el paisaje parece salido de una película gringa de borrachos. El caos impera por todo lado. Algunos borrachines apenas pueden moverse.

La Noche ING llegó a ser una institución muy esperada por la comunidad de la Gente ING cada fin de año. Varios escenarios geográficos fungieron, durante varios años, de sorpresivas locaciones. Los concursos y competencias sirvieron de marco para la incorporación de nuevos integrantes que todos los años engrosaban nuestra nómina.

En diciembre de 2014 se celebran los 20 años de la empresa con una colorida velada nocturna en los jardines de la Colina Creativa, nuestra sede.

La anfitriona es Valentina Quintero, quien unos meses atrás, se había prestado para realizar una edición especial de Ingeomaps, dónde su voz particular guiaba a los propietarios de los dispositivos, quienes además contaban con la dicha de tener dentro del software del GPS una selección especial de sitios turísticos de su famosa guía.

Durante la celebración de nuestros 20 años, además de música venezolana en vivo, comidas y bebidas, clientes y colaboradores escucharon con atención una improvisada tertulia que este señor y Valentina desarrollamos sobre las principales anécdotas que, hasta el momento habían caracterizado la vida de la empresa.

Se condecoraron a los colaboradores con mayor antigüedad (19, 18 y 17 años ininterrumpidos) como nuestros queridísimos y valiosos Rulizbek Cordero, Isalig Valderrama, Eleazar García y Kathy Prays, entre otros.

Pero Ingeolan ha sido además el escenario de historias interesantes, protagonizadas por personajes originales, amores apasionados y leyendas truculentas. Tanto así que alguien rebautizó a la empresa como Ingeonela, por su carácter definitivamente novelesco.

VII.  Nubarrones en el horizonte

Con la historia de Ingeomaps, Ingeolan creció desordenadamente y sin una cabeza que llevara las riendas de la cuestión financiera. La Gerencia de Administración, por ejemplo, tenía más de 17 personas, entre ellos 3 profesionales de recursos humanos. Parecía too much!

Para el 2013, la inédita crisis económica venezolana comenzaba a mostrar sus horribles dientes y para colmo de males, las grandes transnacionales de la tecnología nos amenazaban con una musculatura ante la cual no podíamos competir.

La idea de tener operaciones más allá de nuestras fronteras siempre estuvo presente. Hacia el año 2000 viajamos a Colombia con el fin de buscar con alguna empresa con la cual pudiéramos replicar la experiencia. Una de las directoras de SSSS vino a Caracas a aprender. Entre otras cosas, le enseñamos las metodologías de digitalización de mapas y le abrimos todos nuestros pequeños secretos. Unos meses después, un cliente colombiano se presentó en nuestra empresa, pues quería saber si teníamos mas mapas de Venezuela de los que había adquirido en Colombia. Extrañados, analizamos lo que decía haber adquirido en la empresa SSSS. Para nuestra sorpresa ¡eran nuestros mapas!. La mujer había aprovechado bien su pasantía en Caracas y había hecho una copia de nuestros archivos. Mónica!, le dije, cuando negó el plagio – “Cuando uno pare un hijo lo reconoce aun cuando a éste lo hayan disfrazado”

Totalmente diferente fue la experiencia en Sao Paulo, Brasil con mi amigo Carlos, propietario de una exitosa firma de tecnología GIS. A raíz de paro petrolero de 2002 y el intento de defenestración de Chavez, Ingeolan reabrió operaciones pero tuvo que reducir su nómina. Exploramos la asociación con Carlos en Brasil, pero a la larga aprendimos que el mercado brasileño era demasiado diferente, a pesar de haber realizado algunos desarrollos conjuntos.

Particularmente curioso fue lo que nos pasó con Panamá: Un alto ejecutivo de una empresa tecnológica venezolana decidió, al comienzo de la crisis, empacar sus maletas. Se dirigía a Panamá a fin de establecer una empresa de tecnología que poco tenía que ver con lo que Ingeolan hacía, pero manifestó curiosidad por conocer nuestras actividades. Ese interés fue mas allá de lo planeado y poco tiempo después firmábamos un convenio mediante el cual nuestro amigo representaba, con su empresa, todas las tecnologías desarrolladas por Ingeolan. Nos encontramos viajando poco después a Panamá para hacer presentaciones conjuntas. La página web de la naciente empresa del amigo tenía como referencias los desarrollos y clientes de Ingeolan. Con el tiempo, las cosas comenzaron a oler raro. Aprovechando el inicio de la crisis venezolana, nuestro amigo negoció a nuestras espaldas, la contratación de parte de nuestro valioso personal de producción. Fue un doloroso episodio que nos enseñó a afilar mejor el lápiz de la desconfianza.

Para 2015, los salarios que podíamos pagar resultaban ya no competitivos ante la oferta mundial y la experiencia panameña lo evidenciaba. Comenzaba la gran diáspora de los profesionales venezolanos que mas tarde se amplió a todos los estratos sociales.

Hasta este momento, Ingeolan estaba orgullosa de desarrollar su propia tecnología, pero eso tenía un alto costo: precisaba de una nómina de ingenieros y técnicos costosos. Si ese personal emigraba, la empresa quedaba con una pata coja.

Hacia 2014, ante los problemas previsibles de flujo de caja, contratamos una auditoría de forma de entender la verdadera situación financiera. Los resultados eran contundentes: la empresa era demasiado voluminosa para enfrentar la crisis que se metía por las ventanas, pero no había suficiente capital para desinflarla, pues los pasivos laborales de ley y otras acreencias derivadas del desbarajuste cambiario imperante en el momento, hacían inviable un despiche violento como el que parecía ser necesario. Un socio salvador al que queremos entrañablemente apareció y nos permitió capear la ola, con la esperanza de que la debacle de Venezuela como país, llegara pronto a su fin. Pero eso no ocurrió.

Pero lo que si llegó como llovida del cielo fue una nueva negociación internacional nada menos con el gigante Google, que había oído de nosotros por el ruido generado por el nuestra incursión en el área de la cartografía para navegación vehicular.

A pesar de que los ángeles nos acompañaban, era inevitable buscar otros caminos que nos permitiera adaptarnos a las nuevas realidades.

VIII. The Science of Where

Jack Dangermond es un hombre sencillo, muy alto, de fácil sonrisa y con un aire ingenuo, casi infantil. Su estampa no corresponde a la de un triunfador. A finales de los 70s estuvo en Mérida y Maracaibo, invitado por mi amigo Ramón Pérez para dictar unas charlas dentro de su área, la consultoría ambiental. Más adelante, se empresa Enviromental Systems Research Institute (ESRI) participo en trabajos de impacto ambiental de las minas del Guasare, también en el Zulia.

En junio de 2012, por invitación de mi querido amigo Ramón Perez, presidente de ESRI de Venezuela, me encuentro en la Conferencia Mundial de usuarios de ESRI, en San Diego, California. Ante mí el más impresionante conglomerado de personas que he tenido la oportunidad de ver en una sola sala cerrada: mas de 15.000 participantes, según Jack, lo escuchan en la apertura de una semana de conferencias sobre sus tecnologías de Información Geográfica. Esa cantidad de gente equivale a dos veces y media toda la población de Terrazas del Avila!. En cierto momento, Jack pide a todos que nos demos vuelta y conozcamos a nuestro vecino de atrás. Me topo con un rostro asiático; es una muchacha de Azerbaiyán. A su lado esta Loretta, una simpática morena de dientes enormes, proveniente de Belice.
Luego de la impecable intervención de Jack, apoyada por impresionantes recursos escenográficos, la multitud sale a almorzar. Parece una invasión de hormigas apoderándose de las calles de Gas Lamp District, en el centro histórico de San Diego. Todos los comercios del área saludan con afiches la presencia de los asistentes a la conferencia de Jack y su empresa.

El cambio de rumbo tecnológico era urgente: Ingeolan no podía, ante la diáspora, conservar un plantel de costosos ingenieros, pero por otro lado, el cambio resultaba traumático pues estábamos ya habituados a consumir nuestra propia cosecha.

ESRI era, sin duda, una alternativa de lujo. La Gerencia de Tecnología de Ingeolan nunca hubiera podido soñar con construir herramientas tan avanzadas como las que la empresa de Jack y sus siete mil empleados nos ofrecía. Pero el cambio significaba atravesar una curva larga de aprendizaje y abandonar una etapa de orgulloso romanticismo. Y no es que la construcción de soluciones con la tecnología ESRI no requiriera ingenieros o técnicos, pero los ingredientes estaban «prefabricados» y sólo se requería cierta destreza e imaginación para ensamblar herramientas que satisficieran las necesidades de los clientes y eso se podía hacer con menos personas y con una mayor velocidad.

Pero había otra ventaja; la tecnología ESRI era casi totalmente en la nube. Eso nos permitía eliminar los grandes costos por servidores propios, servicio técnico y nos preparaba mejor para un evento inesperado: los dos largos años de pandemia y de trabajo no presencial.

Al final de esa nueva pesadilla, el 2022 encuentra a la empresa corriendo en las grandes ligas de la tecnología, con una estructura mas liviana y ágil, pero disfrutando de la satisfacción de nuevos retos que este cambiante mundo nos impone.

Pero esta historia continúa…

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